El diamante

El diamante es un material natural, carbono cristalino. Es resistente a los ácidos y de gran dureza. De hecho, el diamante es el material natural más duro que se conoce. Sin embargo debido a algunos defectos estructurales, su tenacidad es sólo buena, pero no excepcional como su dureza; de modo que el diamante ofrece gran resistencia a ser rayado pero puede romperse sin demasiada dificultad al ser golpeado con un martillo, por ejemplo. Además, es habitual que se encuentren cristales foráneos en Él, comprometiendo su integridad estructural. El diamante es una de las estructuras en las que puede presentarse el carbono, junto al grafeno y al grafito, entre otros. Contrariamente a lo que se cree, la forma más estable del carbono es el grafito, y no el diamante.

Es ópticamente isótropo, incoloro o de coloración amarillo/marrón, en ocasiones presenta tonalidad rosa, azul o verde. Teóricamente, el diamante puro es trasparente e incoloro. Su lustre adamantino es el más alto que existe exceptuando el metálico. Presenta un índice de refracción muy elevado y una dispersión moderada, propiedades que le dan su lustre al corte. Es un buen conductor del calor. Gracias a su alta conductividad, se usa en la fabricación de semiconductores, en aras de evitar el sobrecalentamiento del silicio.

Los diamantes se clasifican en dos tipos principales, y varios subtipos, según la naturaleza del defecto que tengan y de cómo afecte a la absorción de la luz:

• Los diamantes de tipo I son aquellos cuya impureza más presente es el Nitrógeno, en una concentración del 0,1%.
• Los diamantes de tipo II no tienen impurezas, o tienen pocas, pudiendo presentar un color rosa, rojo, o marrón. Constituyen menos del 2% de la producción total de diamante, y se encuentran mayoritariamente en Australia.

También los diamantes se pueden colorear artificialmente, dando lugar a diamantes de tonos azules, verdes, rojos, amarillos, o negros, pero las técnicas de coloración pueden hacer que un diamante se vuelva radiactivo.